Sincronicidad, suerte y azar.

 

La Ley de Serialidad de Kammerer

 

Paul Kammerer (1881,1926) era un biólogo austriaco que a finales de siglo XIX registró cientos de coincidencias. Desde que tenía veinte años, empezó a escribir un «diario» de coincidencias. Muchas eran triviales: nombres de personas que surgían inesperadamente en conversaciones separadas, tickets para el concierto y el guardarropía con el mismo número, una frase de un libro que se repetía en la vida real. Durante horas, Kammerer permanecía sentado en los bancos de los parques tomando nota de la gente que pasaba, anotando su sexo, edad, vestido, y si llevaban bastones o paraguas. Después de haber considerado detalles tales como la hora punta, el tiempo y la época del año, descubrió que los resultados se clasificaban en «grupos de números» muy similares a los que usan los estadísticos, los jugadores, las compañías de seguros y los organizadores de encuestas. Kammerer llamó a este fenómeno «serialidad», y en 1919 publicó sus conclusiones en un libro titulado Das Gesetz der Serie (La ley de la serialidad). Afirmaba que las coincidencias iban en serie -es decir, «se producía una repetición o agrupación en el tiempo o en el espacio por la cual los números individuales en la secuencia no estaban conectados por la misma causa activa.» Kammerer sugirió que la coincidencia era meramente la punta de un iceberg dentro de un principio cósmico más grande, que la humanidad todavía apenas reconoce.

 Se trataba sobre todo de hechos que tienden a presentarse en secuencias y que él definió "como una recurrencia coherente de cosas o acontecimientos similares que se repiten en el tiempo o en el espacio sin estar conectados por una causa activa". Algunos son tan comunes que la sabiduría popular ha inventado refranes para describirlos, como "hablando del rey de Roma, por la puerta se asoma", "no hay dos sin tres" o "el mundo es un pañuelo". Un ejemplo aportado por Kammerer nos bastará para ilustrar este tipo de "casualidades". El 18 de septiembre de 1916, su esposa esperaba turno en la consulta del médico cuando, al hojear una revista, quedó impresionada con el trabajo de un pintor llamado Schwalbach y pensó en comprarle algún cuadro. En aquel momento entró la recepcionista y preguntó: "¿Está la señora Schwalbach?, la llaman por teléfono". ¿Quería decir esto que la señora Kammerer haría bien invirtiendo en la pintura de ese artista? Las coincidencias guardan sus mensajes celosamente, en general, sólo pueden ser interpretadas por la persona que las experimenta y ésta nunca sabrá con certeza cuál es su significado.

Al igual que los asteroides se juntan en el espacio bajo la influencia de la gravedad, los sucesos fortuitos, según la hipótesis de Kammerer, también se agrupan. Fue como si Kammerer hubiese propuesto que un suceso mostraba afinidad con otros sucesos causalmente inconexos pero que sin embargo, globalmente compartían alguna forma o patrón global.

El trabajo de Krammerer significaba un importante punto de partida pues proponía una interconexión entre algunos sucesos fortuitos, presentándolos como constituyentes de patrones más profundos del universo. Pero La Ley de Serialidad de Kammerer solo trataba de acontecimientos fortuitos pertenecientes al macrocosmos, exteriores al mundo interno del hombre. Y era precisamente en esta relación entre el mundo interno del hombre y el mundo externo que le rodea donde Jung veía la clave de las sincronicidades.

Es importante señalar que Kammerer fue acusado de fraude en una investigación realizada en otra area. Kammerer intentaba demostrar experimentalmente el lamarckismo, es decir, la herencia de los caracteres adquiridos, una teoría que casi todos los biólogos occidentales habían desestimado por falta de evidencia experimental, a favor de la evolución darwiniana y la genética mendeliana. La excentricidad de Kammerer y su pasión por los anfibios y reptiles eran tales que puso a su única hija el nombre de Lacerta, el nombre latino de las lagartijas. Kammerer había obligado a vivir en el agua a varios machos de sapo partero. Los sapos que se reproducen en el agua presentan habitualmente unas almohadillas nupciales de color negro en sus patas delanteras, que les sirven para sujetarse al resbaladizo cuerpo de la hembra durante el apareamiento. Los sapos parteros, que normalmente se reproducen en tierra, no las presentan, pues no les hacen ninguna falta. Kammerer pretendía demostrar que las almohadillas nupciales aparecerían en los sapos después de muchas cópulas en el agua, y que se podrían transmitir a su descendencia. Pronto Kammerer anunció al Mundo su descubrimiento. Las almohadillas nupciales habían aparecido, y habían sido heredadas por la descendencia. Lamentablemente, después se descubrió que las almohadillas habían sido simuladas mediante una inyección subcutánea de tinta china en las patas de los sapos. Se ignora si Kammerer fue el perpetrador del fraude o fue víctima de uno de sus ayudantes. Tras perder toda la credibilidad y el respeto del que había gozado, Paul Kammerer se suicidó en 1926.

 

Fuentes:

http://www.life-cycles-destiny.com/for/the-law-of-seriality-kammerer.htm

http://cienciadigital.net/agosto2001/batablanca.html